viernes, 29 de noviembre de 2019

Black and white or color? / ¿Blanco y negro o color?

Liborio Noval, fotógrafo, en su casa de La Habana, Cuba © Héctor Garrido

Nací como fotógrafo en el blanco y negro. Heredé esa forma de trabajar de mi madre, fotógrafa, junto con sus equipos en desuso. Durante mucho tiempo experimenté con las texturas de los grises, con el granulado de los carretes forzados, con la temperatura del líquido revelador y me extasié bajo la luz roja y la inhalación de los vapores químicos del laboratorio. Pero luego seguí explorando más allá y encontré la magia de un filo dorado en un contraluz, las diferencias de los verdes a través de ligeros cambios de ángulo con respecto al sol y, finalmente, la métrica, la rima y la musicalidad del tono de la piel…y me perdí. Pero siempre sigo tentado por la gama de grises, por la profundidad de los negros y por la infinita elocuencia del blanco puro.
Texto y fotografía: Héctor Garrido. En la fotografía: Liborio Noval, fotógrafo cubano, en su casa de La Habana, Cuba.

I was born as a photographer in black and white. I inherited that way of working from my mother, photographer, along with her disused equipment. For a long time I experimented with the textures of the grays, with the granules of the forced reels, with the temperature of the developer liquid and I was ecstatic under the red light and the inhalation of the chemical vapors of the laboratory. But then I continued exploring further and found the magic of a golden edge in a backlight, the differences of the green ones through slight changes of angle with respect to the sun and, finally, the metric, the rhyme and the musicality of the tone of the skin ... and I got lost. But I am always tempted by the range of grays, the depth of the blacks and the infinite eloquence of pure white.
Text and photography: Héctor Garrido. In the photograph: Liborio Noval, Cuban photographer, at his home in Havana, Cuba.



domingo, 24 de noviembre de 2019

Neon

La Habana, Cuba ©Héctor Garrido
Una sugerencia del paisaje puede estar oculta en cualquier parte, desde una humilde piedrecita a un inmenso paisaje. Así que, es posible, desde luego, localizar ese guiño del paisaje desde un avión y tomar una hermosa fotografía aérea. Pero su hermosura, su interés o su grandeza, si la hay, no debe residir solo en que sea una toma aérea. Eso es sólo la sal de la fotografía. Porque, igual que no podemos comer sal sin más ingredientes, para que una buena fotografía se cocine debe llevar un buen refrito, un generoso cocimiento y una sazón completa, sobre unos ingredientes de primera calidad. El grado de sal… al gusto de cada uno.
Texto y fotografía: Héctor Garrido

A suggestion of the landscape can be hidden anywhere, from a humble stone to an immense landscape. Thus, it is possible, of course, to locate that wink of the landscape from an airplane and take a beautiful aerial photograph. But its beauty, its interest or its greatness, if any, should not reside only in that it is an aerial shot. That is just the salt of the photograph. Because, just as we can not eat salt without more ingredients, for a good picture to cook you must bring a refrito, a cooking and a complete seasoning, on top quality ingredients. The degree of salt ... to everyone's taste.
Photo and text: Héctor Garrido




sábado, 23 de noviembre de 2019

Desires, anhelos

© Aerial photo by Héctor Garrido


To photograph, for me, is to capture with a camera more than what you see with your eyes. It is to make the photographed object contaminate your way of being, thinking and dreaming. Of your desires, your obsessions and your shortcomings. All your mood should be part of the image.
Photo and tex: Héctor Garrido

Fotografiar, para mí, es captar con una cámara más de lo que ves con los ojos. Es hacer que el objeto fotografiado se contamine de tu forma de ser, de pensar y de soñar. De tus anhelos, de tus obsesiones y de tus carencias. Todo tu estado de ánimo debe formar parte de la imagen. Photo Texto y fotografía: Héctor Garrido

miércoles, 20 de noviembre de 2019

Los ojos que habitaba

Colonia de flamenco en el Parque Nacional de Doñana, España. ©Aerial photo by Héctor Garrido


"Y en el fondo de cada uno de esos ojos habitaba yo, es decir, habitaba otro yo, una de las imágenes de mí mismo, y se encontraba con la imagen de ella, la más fiel imagen de ella, en el ultramundo que se abre atravesando la esfera semilíquida del iris, la oscuridad de las pupilas, el palacio de espejos de la retina, en nuestro verdadero elemento que se extiende sin orillas ni confines.”

Italo Calvino, Le Cosmicomiche

Fotografía aérea de Héctor Garrido perteneciente al libro"Fractales, anatomía íntima de la marisma", publicado por Editorial Rueda, Madrid.


"And at the bottom of each one of those eyes I inhabited, that is, I inhabited another self, one of the images of myself, and I found the image of her, the most faithful image of her, in the ultraworld that it opens across the semi-liquid sphere of the iris, the darkness of the pupils, the palace of mirrors of the retina, in our true element that extends without borders or borders. ”

Italo Calvino, Le Cosmicomiche

Aerial photograph by Héctor Garrido belonging to the book "Fractals, intimate anatomy of the marsh", published by Editorial Rueda, Madrid.

Ganancias en aguas revueltas

© Aerial photo by Héctor Garrido

"Ganancias en aguas revueltas". Fotografía aérea de Héctor Garrido. Trabajo perteneciente a la exposición Volaverunt (Galería 100Kubik,, Colonia, Alemania).

"Earnings in rough waters" Aerial photography by Héctor Garrido. Work belonging to the exhibition Volaverunt (Gallery 100Kubik, Köln).

Contraste

© Aerial photo by Héctor Garrido

Fotografía aérea de Héctor Garrido perteneciente al libro"Fractales, anatomía íntima de la marisma", publicado por Editorial Rueda, Madrid.

Aerial photograph by Héctor Garrido belonging to the book "Fractals, intimate anatomy of the marsh", published by Editorial Rueda, Madrid.


La falsa belleza

© Aerial photo by Héctor Garrido

"La enseñanza académica de la belleza es falsa. Se nos ha engañado tanto, que ya no se puede volver a encontrar ni la sombra de una verdad. Las bellezas del Partenón, las Ninfas, los Narcisos, todo eso son mentiras. El arte no es la aplicación de un canon de belleza, sino aquello que el cerebro y el instinto conciben independiente de ese canon".
Pablo Picasso, Gaceta de arte, 1936.
Fotografía aérea de Héctor Garrido perteneciente a su libro “Fractales, anatomía íntima de la marisma”, Editorial Rueda, Madrid.


"The academic teaching of beauty is false. We have been so deceived that we can no longer find the shadow of a truth. The beauties of the Parthenon, the Nymphs, the Daffodils, all that is lies. Art is not it is the application of a beauty canon, but what the brain and instinct conceive independent of that canon. "
Pablo Picasso, Art Gazette, 1936.

Aerial photography by Héctor Garrido belonging to his book “Fractals, intimate anatomy of the marsh”, Editorial Rueda, Madrid.

viernes, 8 de noviembre de 2019

Amor y muerte

© Héctor Garrido

Durante una lucha nupcial, dos gamos han quedado enredados en un alambre de espino abandonado. Tras días de batalla y esfuerzo, han muerto exhaustos. Las plumas esparcidas por el suelo indican que los buitres han comenzado a llegar. Parque Nacional de Doñana, España.

Fotografía y texto: Héctor Garrido

During a bridal fight, two deer have been entangled in an abandoned barbed wire. After days of battle and effort, they have died. The feathers scattered on the ground indicate that the vultures have begun to arrive. Doñana national park, Spain.

Photo and text: Héctor Garrido


martes, 5 de noviembre de 2019

Cuando falta un árbol

© Aerial photo by Héctor Garrido

Cuando talamos un árbol eliminamos una pequeña piedrecita del muro de nuestra casa, construida toda ella hermosa y grande, pero a base de esas pequeñas partes que, en su conjunto, nos dan cobijo.
Cuando talamos un árbol talamos un río, una montaña o un bosque. Porque cada una de las partes es, al final, igual al todo.
Cuando talamos un árbol, nos amputamos un miembro, dejamos de respirar un poco y nos aseguramos beber menos agua y peor.
Cuando talamos un árbol morimos un poco. Porque somos, como él era, una parte de este todo, que podrá ser nada.

Fotografía y texto Héctor Garrido


When we cut down a tree we remove a small stone from the wall of our house, built all of it beautiful and large, but based on those small parts that together give us shelter.
When we cut down a tree, we cut down a river, a mountain or a forest. Because each of the parties is, in the end, equal to the whole.
When we cut down a tree, we amputate a limb, stop breathing a little and make sure we drink less water and worse.
When we cut down a tree we die a little. Because we are, as he was, a part of this whole, which can be nothing.

Photography and text Héctor Garrido

lunes, 28 de octubre de 2019

La luz, la energía y el sentimiento

Flamencos. Fotografía aérea. © Héctor Garrido
La luz es una forma de energía que deja un rastro, una huella indeleble sobre un material sensible, que es la fotografía. Lo curioso es que, algunas afortunadas veces, la simple visión de esa huella puede llegar a tener un efecto sobre las personas tan potente como una verdadera forma de energía. Una fotografía puede provocar rabia, ira, amor, excitación, tristeza, llanto, esperanza. La imagen fotográfica no tiene una verdadera energía acumulada, pero sí un enorme potencial para provocar un nuevo desarrollo energético. Y es ahí donde reside el valor artístico de una fotografía. Una potente imagen puede incluso tener un efecto perdurable en el tiempo: son aquellas fotografías que vimos una vez y que siempre vuelven a la memoria. Su luz volvió a volar desde el papel fotográfico, para atravesar nuestra retina y quedar grabada en nuestra memoria, de forma perdurable. Y a partir de ese momento, cada vez que sea invocada, volverá a provocarnos. De por vida.

Texto y fotografía: Héctor Garrido


Light is a form of energy that leaves a trace, an indelible mark on a sensitive material, which is photography. The funny thing is that, sometimes fortunately, the simple vision of that footprint can have an effect on people as powerful as a true form of energy. A photograph can cause anger, anger, love, excitement, sadness, crying, hope. The photographic image does not have a true accumulated energy, but it does have enormous potential to cause a new energy development. And that is where the artistic value of a photograph resides. A powerful image can even have an enduring effect in time: they are those photographs that we saw once and that always return to memory. Its light flew again from the photographic paper, to cross our retina and remain engraved in our memory, in an enduring way. And from that moment, every time it is invoked, it will provoke us again. Forever.

Text and photography: Héctor Garrido

jueves, 24 de octubre de 2019

Volar / Fly

© Aerial photo by Héctor Garrido

Visto desde arriba el paisaje se transforma y se convierte en una insinuación al despilfarro imaginativo. Elevando los ojos y dejándose llevar, dejándose mecer por las corrientes de aire, es posible aún explorar mundos nuevos sin dejar de ser, pero estando de otra manera. Una red de huellas puede ser una inmejorable excusa para pasear por el imaginario olvidado, para caminar sin prisa por un mundo donde no hay arriba ni abajo, donde nada está por encima de nada, donde el único alimento es el aire y éste es inagotable. El impulso del deseo mas inabarcable es el que me trajo aquí, a pasear sobre el viento. Y la fuerza del deseo, cuando éste es verdadero, inexplicablemente sincero, puede conseguir lo que muchos hombres ansiarán para siempre: volar.

Fotografía y texto: Héctor Garrido


Seen from above, the landscape is transformed and becomes an insinuation to imaginative waste. By raising your eyes and letting yourself go, letting yourself be rocked by air currents, it is possible to explore new worlds while still being, but being otherwise. A network of footprints can be an excellent excuse to walk through the forgotten imaginary, to walk without haste through a world where there is neither up nor down, where nothing is above anything, where the only food is air and this is inexhaustible. The most immeasurable impulse of desire is what brought me here, to ride on the wind. And the force of desire, when it is true, inexplicably sincere, can achieve what many men will crave forever: fly.

Photography and text: Héctor Garrido

domingo, 20 de octubre de 2019

La luna en el nido


La luna en el nido, ©Héctor Garrido


Había soñado hacer una fotografía en que la Luna fuera como un enorme huevo en un nido de cigüeñas para jugar con todas las simbologías que eso encierra y elegí este nido aislado, cuyo horizonte hacia el Este era el enorme llano de la marisma. Aguardé hasta el día en que coincidiera la salida de la luna con el ocaso y calculé la posición donde debía aguardar el momento preciso en que la Luna estuviera en el nido. Y justo entonces una de las cigüeñas comenzó a revolotear dando la sensación de ir acecharse a incubar sobre un enorme huevo: la Luna. 

Texto y fotografía: Héctor Garrido



I had dreamed of taking a picture in which the Moon was like a huge egg in a nest of storks to play with all the symbologies that it encloses and I chose this isolated nest, whose horizon towards the East was the huge plain of the marsh. I waited until the day when the moon's sunrise coincided with the sunset and I calculated the position where the precise moment in which the Moon was in the nest was to wait. And just then one of the storks began to flutter giving the sensation of stalking to hatch on a huge egg: the Moon.

Photo and tex: Héctor Garrido

jueves, 10 de octubre de 2019

Influencias

Mano de Fátima. Fotografía aérea de © Héctor Garrido

Hace un tiempo, en una entrevista para la web de Nikon me preguntaban sobre si mis fotografías están o no influenciadas por algún otro artista. Contestaba: “Me considero realmente muy influenciable. Y de hecho yo creo que mi forma de ver, mi forma de plasmar, de retratar, ha ido variando a lo largo de mi carrera, al mismo tiempo que he ido conociendo la forma de expresarse de otros fotógrafos y artistas. No hablo de copiar la forma de hacer de otros, hablo de inspirarse en lo que hicieron esos otros anteriormente. De dejarse sugestionar. Y es que hay tanto y tan bueno hecho ya…y quizás tanto por hacer.

Hace unos días, en una galería de arte de Nueva York descubrí casualmente el trabajo de un magnífico fotógrafo que realiza un trabajo tremendamente parecido al mío, de una calidad excepcional, y lleva haciéndolo tantos años como yo, e incluso más, y curiosamente jamás nuestros trabajos se cruzaron. Al menos conscientemente. Quedé muy sorprendido. Y por supuesto, inmediatamente influenciado. Claro que sí. Aunque en este caso, su influencia me haya empujado a seguir evolucionando y buscar más allá, aún. Porque ese camino en el que yo andaba, resultó que ya estaba andado. Y, para mí, ese fue el verdadero descubrimiento.” 

Texto y fotografía: Héctor Garrido


Some time ago, in an interview for Nikon's website they asked me about whether or not my photographs are influenced by any other artist. He replied: “I consider myself really very influential. And in fact I believe that my way of seeing, my way of capturing, of portraying, has been changing throughout my career, at the same time that I have been knowing how to express myself from other photographers and artists. I'm not talking about copying the way others do, I'm talking about being inspired by what those others did before. Let yourself be suggested. And there is so much and so good done already ... and maybe so much to do.

A few days ago, in an art gallery in New York I casually discovered the work of a magnificent photographer who performs a work tremendously similar to mine, of exceptional quality, and has been doing so many years like me, and even more, and curiously never our Jobs crossed. At least consciously. I was very surprised. And of course, immediately influenced. Of course. Although in this case, its influence has pushed me to continue evolving and look further, even. Because that road I was walking on, it turned out that I was already walking. And, for me, that was the real discovery” 

Photo and text: Héctor Garrido

(http://www.nikonistas.com/digital/notices/2014/08/aplicamos-el-tercer-grado-a-hector-garrido-6213.php)

miércoles, 9 de octubre de 2019

Cara a cara


Con motivo de la inauguración de la exposición "Cuba Iluminada", Radio Nacional de España realizaba esta entrevista a Héctor Garrido. http://www.rtve.es/alacarta/audios/cara-a-cara/cara-cara-hector-garrido-22-02-18/4487982/

lunes, 7 de octubre de 2019

Disparar una fotografía

© Aerial photo by Héctor Garrido

Cuando suenan las cortinillas de la cámara fotográfica ha ocurrido algo irrepetible. El paisaje, el objeto fotografiado, ha vivido un instante de comunión con el fotógrafo que permanecía asomado al visor. Esa forma de energía que conocemos como luz ha viajado hasta el material sensible de la cámara y ha sido absorbida y convertida en información imperecedera. El tiempo se ha detenido completamente por una vez. Lo que el fotógrafo vio a través del visor, ese aquel entonces, forma ahora parte del recuerdo de todos. Ahí comienza la magia de la fotografía.

Texto y fotografía: Héctor Garrido



When the curtains of the camera sound, something unrepeatable has happened. The landscape, the photographed object, has lived an instant of communion with the photographer who remained leaning on the viewfinder. That form of energy that we know as light has traveled to the sensitive material of the camera and has been absorbed and converted into imperishable information. The time has stopped completely for once. What the photographer saw through the viewfinder, that then, is now part of everyone's memory. There begins the magic of photography.

Photo and text: Héctor Garrido

miércoles, 2 de octubre de 2019

Drones?

© Aerial photo by Héctor Garrido


A menudo me preguntan si para realizar mis fotografías aéreas utilizo drones o aparatos que eleven la cámara sobre el paisaje. Y para contestar con sinceridad intento ir más allá de un simple no y pruebo a hacer comprender a quien lo pregunta por qué tal cosa nunca sería posible.

Y así intento expresar que mis fotografías están hechas con sentimientos, con sueños y con recuerdos, que no son el paisaje en sí mismo sino lo que yo siento en él. Y en ese proceso creativo, aunque el ingrediente principal es, lógicamente, el paisaje, el carácter definitivamente es obra del viento que en el momento de disparar la fotografía choca en mi rostro, del vértigo que en cada giro de mi avión parece dejar atrás el alma, del propio estado de exaltación que me produce ser lector consciente de aquello que la gramática del paisaje propone, de la sensación concatenada de la exploración, la búsqueda y el descubrimiento que provoca cada disparo de la cámara y finalmente de la momentánea ofuscación producida por el riesgo, siempre presente, de estar transitando en un medio aéreo, peligroso y retador.

Esas son las especias que le dan sabor a mis imágenes.

Algo así sólo se puede experimentar ahí arriba, colgado del aire, con el cuerpo asomado sobre el paisaje y la cámara en la mano, bailando con el viento, como en un sueño.

Texto y fotografía: Héctor Garrido


I am often asked if to use my aerial photographs I use drones or devices that raise the camera over the landscape. And to answer with sincerity, I try to go beyond a simple no and I try to make the questioner understand why such a thing would never be possible.

And so I try to express that my photographs are made with feelings, with dreams and with memories, which are not the landscape in itself but what I feel in it. And in that creative process, although the main ingredient is, of course, the landscape, the character is definitely the work of the wind that at the moment of shooting the photograph hits my face, of the vertigo that at every turn of my plane seems to leave behind the soul, of the own state of exaltation that produces me to be a conscious reader of what the landscape grammar proposes, of the concatenated sensation of the exploration, the search and the final discovery caused by each shot of the camera and finally of the momentary obfuscation produced for the risk, always present, of being traveling in an air, dangerous and challenging environment.

Those are the spices that add flavor to my images.

Something like this can only be experienced up there, hanging from the air, with the body leaning over the landscape and the camera in hand, dancing with the wind, as in a dream.

Photo and text: Héctor Garrido

Sobrevolar el paisaje - Fly over landscape



Sobrevuelo el paisaje porque de esa forma mantengo en calma un sueño recurrente. Registro el suelo desde el aire buscando aquello que tantas veces apareció en esos sueños. No son imágenes, son sentimientos profundos, salvajes, inabarcables. Busco y busco aquello que soñé y que sueño, intuyo dónde se esconde, lo persigo y cuando creo que estoy llegando disparo la cámara. No sé explicarlo de otra manera.

I fly over the landscape because in that way I keep calm a recurring dream. I register the soil from the air looking for what so many times appeared in those dreams. They are not images, they are deep feelings, wild, immeasurable. I search and look for what I dreamed and what I dream, I intuit where it hides, I chase it and when I think I am already arriving, it is when I shoot the camera. I do not know how to explain it in another way.

lunes, 29 de julio de 2019

El Primer retrato de Cuba

El primer retrato realizado en Cuba (según se tiene constancia) fue realizado por Esteban Mestre y el retratado fue Domingo Belaustegigoitia, nacido en Amorebieta (País Vasco) y desterrado a Cuba tras la I Guerra Carlista.
 
Esteban Mestre, de origen catalán acababa de abrir su primer estudio fotográfico en la Habana, en marzo de 1851 en la Calle O'Reilly, nº 19. 
 
La fotografía de el señor Belaustegigoitia es un ambrotipo (un tipo de fotografía obtenida con la subexposición deliberada de una placa de vidrio emulsionada con colodión). 
 
Se inauguraba así el estudio de fotografía de Esteban Mestre, por donde después pasaron a retratarse muchas personalidades de la época, entre ellas a José Martí. 
 
En los alrededores del estudio de Mestre se asentaron a su sombra un buen número de estudios de fotografía, por lo que su calle, la calle O’Reilly pasó a ser conocida como “la calle de los fotógrafos”. Su familia llegó a tener 3 estudios en la calle O’Reilly, en los números 19, 45 y 63.
 
Mestre firmaba sus fotografía en el anverso con la leyenda:
"Esteban Mestre
Retratista fotofráfico
desde el año 851.
Nº 45 calle de O’Reilly
Entre Villegas y Aguacate
Habana
 Vista general de La Habana, tomada por Esteban Mestre desde la Fortaleza de La Cabaña, probablemente en 1865

lunes, 8 de abril de 2019

La Habana, 500 años


La Habana cumple en 2019 sus 500 años de historia Si tuviera que describirla con sólo un puñado de palabras, elegiría sin duda términos como "personalidad", "vida" y "persistencia". Adornaría tan singular selección con "belleza", "encanto" y "embrujo". Y finalmente pondría sólo una guinda sobre este pastel: "amor".

Esta es la ciudad que me atrapó sin hacerme prisionero.

Feliz cumpleaños, Habana.

DIMINUTOS GIGANTES - NUEVA EXPOSICIÓN

DIMINUTOS GIGANTES
Exposición/Ausstellung
Ignacio Llamas & Héctor Garrido
Galería 100Kubik
Colonia, Alemania

Del 10 al 31 de mayo de 2019

Diminutos Gigantes. Estructuras fractales en las marismas de Andalucía, España. Fotografía aérea de Hector Garrido

La exposición DIMINUTOS GIGANTES invita a dialogar la obra de dos artistas. Por un lado Ignacio Llamas, cuya obra fotográfica se centra en imágenes de interiores de diminutos espacios que él mismo crea previamente. Por otro las imágenes aéreas abstractas de Héctor Garrido, que desde su grandeza nos evocan nuestro propio interior fractal.
Galería 100Kubik. Colonia, Alemania. Del 10 al 31 de mayo de 2019

The exhibition DIMINUTOS GIGANTES (Tiny giants) invites to dialogue the work of two artists. On the one hand Ignacio Llamas, whose photographic work focuses on interior images of tiny spaces that he himself creates previously. On the other the abstract aerial images of Héctor Garrido, who from their greatness evoke our own fractal interior.
100Kubik Gallery. Cologne, Germany. From May 10 to 31, 2019

Die Ausstellung DIMINUTOS GIGANTES (Kleine Riesen) lädt zum Dialog über die Arbeit zweier Künstler ein. Einerseits Ignacio Llamas, dessen fotografische Arbeit sich auf Innenbilder winziger Räume konzentriert, die er zuvor selbst erstellt hat. Zum anderen die abstrakten Luftbilder von Héctor Garrido, die aus ihrer Größe unser fraktales Inneres hervorrufen.
100Kubik GalleryKöln, Deutschland, Vom 10. bis 31. Mai 2019

L'exposition DIMINUTOS GIGANTES (Petits géants) invite à dialoguer avec le travail de deux artistes. D'une part, Ignacio Llamas, dont le travail photographique se concentre sur les images intérieures de petits espaces qu'il a lui-même créés auparavant. De l'autre, les images aériennes abstraites d'Héctor Garrido, qui de par leur grandeur évoquent notre propre intérieur fractal.
100Kubik Gallery. Cologne, Allemagne. Du 10 au 31 mai 2019



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sábado, 19 de enero de 2019

Entrega de la Medalla de la Ciudad de Huelva a Héctor Garrido

El 19 de enero de 2019 Héctor Garrido recibe la Medalla de la Ciudad de Huelva en el Palacio de Congresos Casa Colón, de Huelva, España.









sábado, 5 de enero de 2019

Zeus, en Edimburgo


He venido hasta aquí al reencuentro de un muy querido y viejo amigo. Él está definitivamente inmóvil, detrás de una enorme vitrina. Sus ojos ya no ven, hoy son de vidrio. Habita otro país, otro clima, otro tiempo. Han pasado dieciocho años desde la última vez que nos vimos. Entonces era monte y hoy una ciudad. Entonces hacía mucho calor, ahora frío. Entonces era Doñana, el mítico Parque Nacional andaluz, hoy Edimburgo, en la fría Escocia. Entonces Zeus estaba vivo y hoy luce definitivamente estático, inmóvil, disecado.

Era en torno al año 2000 y yo apenas llevaba cuatro o cinco años viviendo en la Casa de Martinazo, la más aislada de las viviendas que aún existían en el interior del Parque Nacional de Doñana. Yo había sido un niño, podríamos decir que salvaje. Había crecido en el campo y entendía bien ese modo de vida aislado. De hecho no comprendía el mundo lejos de la naturaleza. Había enraizado en mi, además, un profundo sentimiento conservacionista que guiaba mis acciones y permitía que el mundo salvaje dejara de ser un decorado para entrar a formar parte de nuestras vidas. Noé, mi hijo mayor, debía aproximarse a los seis años y el pequeño Iván, quizá no llegaba a dos. Zeus, sin embargo, ya superaba los once.

Para un lince, un lince ibérico, once era una cantidad considerable de años. En realidad todavía no se conocía bien cuánto podían vivir. Y Zeus parece que, en realidad, había vivido varios años más. Porque realmente hacía once que lo habían capturado y desde entonces portaba un collar radioemisor. Pero cuando lo capturaron ya era un adulto y no pudieron calcular su edad con certeza. Pero ya, entonces, era el lince más longevo de que se tenía constancia

Cuando la vida nos reunió en torno a Martinazo, el collar de Zeus hacía años que había dejado de emitir su señal. Su batería se había gastado y de su antena quedaba sólo un muñón en espiral. Servía para saber con un golpe de vista que aquel lince era y seguía siendo Zeus, aunque su señal se hubiera extinguido de los receptores de ondas hacía muchos años. Era el lince del collar.

Entiendo que debe resultar curioso que uno hable de un lince, o de un águila o de un zorro, del mismo modo que habla de un amigo. Pero la vida en el campo tiene esa inexplicable magia, esa forma de entenderse sin palabras y entre seres distintos que, para quien no la conoce, es tan difícil de asumir. Y hay otros linces en mi vida. En otro relato tengo que contar la historia del lince Hache y sus siete vidas. También podría narrar las maravillosas anécdotas de Linda, una zorrita que crié a biberón y me acompañó durante mucho tiempo. O de Valentina, una grajilla que aprendió a decir su propio nombre. En fin… Nunca saqué un pollito de un nido ni separé a un cachorro de su madre, pero de una forma u otra, todo cachorro desvalido o pollito huérfano terminaba llegando a mi casa y acababa incorporándose a mi familia.

Al principio de esta historia Zeus no era, en realidad, Zeus. No era ni siquiera un lince, sólo eran las huellas de un lince, que aparecían cada mañana en torno a nuestra casa y al gallinero. Junto a mis hijos sacaba moldes de escayola de aquellas huellas que nos parecían mejor plantadas y los poníamos a secar por la noche junto a la chimenea. Era una tarea que nos divertía y a la que dedicábamos muchas tardes. Con un cartoncito rodeábamos la huella y vertíamos con cuidado escayola líquida en el interior. Luego, bastaba con dejar pasar unas horas y retirar los restos de arena y cartón. Hicimos muchísimas y creo que debimos regalarlas casi todas porque hoy sólo conservo una que, aunque envejecida y deteriorada, es testigo de esta historia.

Luego Zeus fue un maullido nocturno, un grito de celo en torno a la casa, en la inmensidad de la noche. ¿Parece una expresión poética exagerada llamar inmensa a la noche? Para quien no ha vivido la noche en la naturaleza más salvaje, debe parecerlo. Pero quien ha sentido el peso del cielo sobre sí y el ruido ensordecedor del silencio, me entiende. Las personas que han vivido inmersos en la naturaleza experimentan sensaciones muy intensas, sensaciones que activan zonas de nuestros sentidos y de nuestros sentimientos que probablemente permanecían dormidas. Es por eso que a las personas de ciudad, a veces les parecen fantasiosos nuestros relatos. Pero no lo son. Gonzalo Argote de Molina, en el Siglo XVI, en su “Discurso sobre el Libro de Montería” decía: “son tan maravillosas las cosas que acaecen en el monte, que dudan muchas veces los hombres de contarlas, porque la extrañeza dellas las hace increíbles”. Y así es.

En ocasiones, de noche, oíamos los aullidos, y gruñidos de Zeus. Hubo una noche de luna llena en que regresaba a la casa en el landrover y paré, como hacía con frecuencia, a disfrutar del silencio cerca del pinar del Martín Pavón. Apagué las luces y el motor del coche y bajé a pasear y sentir sobre mi el espectáculo de la noche iluminada. Y, allí, mismo, a solo unos metros, tras unas matas, comenzó a maullar fuerte, bien fuerte, Zeus. Ya, por entonces, era un lenguaje bien conocido para mis oídos. Pero esta noche maullaba especialmente fuerte y seguido y también gruñía. Pensé que lo hacía por mi, como un aviso: “no te acerques”. Y me senté en la arena. Entre nosotros sólo había una mata de lentisco, quizás menos de cinco o seis metros. Y de pronto, tras su gruñido, escuché un bufido y la respuesta de un maullido distinto, que nunca antes había oído. Mucho más agudo y claro, como más dulce. Zeus no estaba solo.

Disfruté en absoluto silencio de aquella escena de amor felino. Imaginaba, ya que no podía verlos, como Zeus le cortaba el paso a la hembra y la retenía en el lugar, cómo se rozaban, cómo jugaban al amor y cómo sucumbían definitivamente a él. Sus sonidos iban dibujando cada escena.

Aquellos días hablé con lo expertos en linces y, en realidad, poco se sabía del maullido, del gruñido, del bufido y, en definitiva, de la forma de comunicarse de los linces. Así me lo confirmó Miguel Delibes que, de inmediato mostró interés por la convivencia que comenzábamos a tener con los linces, en aquella casita apartada en el corazón de Doñana. También en aquellos días telefoneé a Carlos de Hita, un excelente sonidista de la naturaleza, y cuando le describí aquellos maullidos nocturnos cogió el primer tren disponible desde Madrid para intentar grabar los linces de Doñana. Luego, su estancia se convirtió en varias maravillosas noches al calor de la chimenea de Martinazo mientras los linces guardaban silencio. Es probable que ya hubieran completado su ciclo amoroso por aquellas fechas.

Conforme transcurrían los días y las noches en la casa de Martinazo, la aparición de huellas y señales de presencia del lince, se fueron haciendo más frecuentes, hasta que acabaron siendo diarias. Estaba claro que ya el lince vivía con nosotros. Y fue entonces cuando una noche sentí mucho revuelo en el gallinero. Alarmado, abrí la puerta de la casa con precaución y salí al exterior lentamente y agachado, ocultándome detrás de un pequeño muro que me llevaba hasta el gallinero. Había mucha luna, creo que también luna llena. Al llegar frente al gallinero me fui levantando muy lentamente hasta que asomé mis ojos sobre el muro. No había nada que se moviera frente a mi. Las gallinas aún se quejaban y buscaban un nuevo acomodo tras el susto que parecían haber pasado. Me quedé apoyado en el muro, apenas asomado, en absoluto silencio, mientras vigilaba el gallinero. Pasaron muchos minutos sin que nada se moviera, cuando percibí un brillo: algo destelló al otro lado, pero tan cerca que quedaba al amparo de la oscuridad de la pequeña sombra que proyectaba el muro. Y se movía ligeramente. Sentí un escalofrío de emoción al comprender que eran los ojos de Zeus, que permanecían clavados en los míos a poco más de un metro de distancia. El lince me llevaba observando desde el primer momento, con extrañeza, pero sin miedo, oculto por las sombras. Allí permanecí inmóvil, sintiendo tantas cosas bellas como se pueden sentir en ese momento. Por primera vez Zeus tuvo forma y tamaño, aunque aún carecía de color. Me pareció enorme. Estuvimos así un buen rato hasta que decidió levantarse y volver hacia el gallinero. En algún momento se puso de patas y golpeó la malla para susto de las gallinas, que se alborotaron, gritaron y aletearon.

Ahora estaba claro que Zeus debía haber sido la causa de la desaparición de alguna de las gallinas en los días anteriores. Así que al amanecer salimos a buscar restos por el entorno e inmediatamente encontramos las señales, las plumas y lo poco que había quedado de las gallinas de Noé. Porque tengo que aclarar que aquel gallinero era el mundo de pasión de mi hijo, que conocía cada gallina por su nombre y que pasaba una buena parte de su tiempo cuidándolas, pastoreándolas o acariciándolas (sí, a aquellas gallinas le gustaban las caricias de Noé). Por eso fue un poco trágico que poco a poco Zeus fuera comiéndose algunas de ellas. Noé se debatía entre el amor por sus gallinas y la admiración que sentía por Zeus, que se comía sus gallinas.

Y así Zeus empezó a aparecer cada vez a horas distintas y finalmente comenzó a dejarse ver a plena luz del día, a mostrar que era más que unas huellas, que un maullido, o que una silueta en la noche. Zeus se hizo color y volumen. Si bien al principio todo ocurría a cierta distancia, poco a poco los encuentros cercanos se hicieron habituales. Zeus a veces cazaba alguna de las gallinas, que con frecuencia andaban el día completo en libertad, comiendo en torno a la casa. Noé vigilaba a sus gallinas preferidas y siempre estaba atento a que a esas no les ocurriera nada. Sobre todo al hermoso gallo en que se había convertido Pio-pio, aquel pollito criado a mano y que aún disfrutaba cuando era acariciado y abrazado.

Pero para Zeus había otra razón para vivir en torno a la casa de Martinazo. Eran los gamos. Un gamo es muy parecido a un ciervo, pero un poco menor de tamaño y colores más vivos. Los machos ostentan unas cuernas planas muy hermosas, que los distinguen de los ciervos, que las tienen puntiagudas. Una gran manada de gamos habitaba en torno a la casa de Martinazo, en la pradera húmeda que casi todo el año ofrece hierba fresca. Allí las hembras crían sus chivarros y los machos roncan y pelean durante el celo. Son parte permanente del paisaje de la casa. Desde cualquier ventana, al fondo, siempre hay unos gamos. Y Zeus les daba caza con frecuencia.

Un lince cazando gamos es, ciertamente, una rareza, ya que el alimento básico de los linces es, en realidad, el conejo. De hecho, lince ibérico y conejo son dos especies que han evolucionado juntas y vienen a ser, en la cadena alimenticia del Sur de la Península Ibérica, como dos piezas de puzzle que encajan. Pero hace años que el conejo empezó a escasear en gran parte de España. Una combinación de enfermedades ha disminuido sus poblaciones hasta la práctica desaparición en muchas áreas. Y en Doñana este proceso se ha cebado, hasta el punto de que es casi imposible ver un conejo sano, fuerte y grande, en la mayor parte del Parque Nacional. Y, como es lógico, tras la desaparición del conejo ha comenzado el declive del lince. Este hecho se ha agravado sobre todo en el corazón del Parque, aunque no tanto en las áreas limítrofes, hacia las que se han desplazado en busca de nuevas áreas de caza. Pero Zeus, con muchos años a sus espaldas, no había abandonado su viejo territorio. Había sustituido conejos por gamos. Y así lograba sobrevivir.

En realidad, todo este tema de la alimentación de Zeus levantó mucha polémica. Porque había quien defendía que aún quedaban conejos suficientes, pero que Zeus era demasiado viejo para darles caza y que prefería las piezas mayores, a las que podía ver mejor en la distancia. Se decía también que debido a la edad, podría incluso estar perdiendo la vista, quizás por unas cataratas incipientes. Pero lo cierto es que cazaba gamos, sobre todo hembras y jóvenes, aunque en alguna ocasión atacó algún macho. En una ocasión incluso lo vi comiéndose una cierva que acababa de matar, un poco más al norte, en Hato Grande. Era un lince que se había especializado en cazar presas de gran tamaño.

Y un día, como tantos, regresaba a la casa de Martinazo en el landrover, cuando me encontré de  improviso con una visión que ha quedado fuertemente gravada en mi memoria y que me produjo verdadero terror. Zeus, el lince Zeus, estaba encarado, frente a frente, con mi hijo pequeño Iván, a sólo unos centímetros de su cara. Estaba dándole caza a mi hijo dos años.

Iván solía jugar con esa edad en un cercadito que le había construido dentro del jardín, junto a la puerta de la casa. Allí tenía sus juguetes siempre a la mano y se sentía seguro, mientras andábamos en nuestras cosas. Su hermano Noé, cuatro años mayor, solía andar con los caballos o las gallinas. Zeus debía andar observándolos a los dos desde hacía tiempo, según pude deducir después. Al fin y al cabo, un niño es de menor tamaño que un ciervo o que un gamo y, sobre todo, corre mucho menos. Por tanto, era cuestión de tiempo que Zeus intentara probar suerte. Es simple. Ahora lo entiendo. Es un depredador y mis hijos eran posibles presas. Pero nosotros nunca nos detuvimos a pensar que algo así pudiera llegar a suceder.

Los rastros de huellas en la arena son como un libro de narraciones. Las personas que aprenden a leer los rastros de los animales pueden interpretar con absoluta fidelidad cualquier escena transcurrida en el campo, como si estuviera ocurriendo ante ellos nuevamente. Yo aprendí a interpretar rastros siendo un niño aún. Los guardas forestales de las marismas del Odiel, donde me crié, se volcaron en desvelarme muchos de sus misterios. Yo pasaba días completos con ellos acompañándolos en sus rondas, aprendiendo la gramática del monte, la ortografía del campo, los mensajes ocultos de la naturaleza. Y, en consecuencia, fue muy sencillo recomponer lo que ahora voy a relatar. Todo estaba ahí, escrito en la arena.

Aquella tarde Zeus había estado paso a paso acechando a Iván, mientras él jugaba en su cercado. Había hecho la aproximación completa y se había situado en la cancela de entrada, que estaba abierta. Por suerte, allí se había detenido brevemente. Quizás oyó mi landrover que se aproximaba, justo en ese momento, o a lo mejor dudó, en el último instante, ante la presencia de aquella presa, con apariencia de pequeño humano. Zeus se sentó un instante. El instante previo al salto. Pero Iván oyó y reconoció el motor de mi coche y soltó sus juguetes para acudir a mi encuentro, pasando de estar agachado -a cuatro patas-, a erguirse sobre dos piernas y caminar hacia la cancela de entrada. Y para sorpresa de Zeus, quizá por primera vez en su larga vida, su presa se dirigió justo hacia él, que seguía sentado en la entrada. Ahí es cuando, desde la ventanilla del coche veo la escena y me doy cuenta enseguida de lo que estaba ocurriendo. Y, aún con el vehículo en marcha me tiro y salgo corriendo aterrorizado y gritándole a Zeus: “¡déjalo!, ¡déjalo!” y a Iván: “¡corre, corre a la casa!”. Pero Iván y Zeus parecían petrificados, el uno frente al otro, con sus ojos clavados. Fue un instante eterno para mi. Duró tanto que parecía que nunca llegaría hasta ellos. Sin duda, el tiempo se detuvo para mi, mientras corría. Bruscamente, la cara de Iván cambió y se transformó en pánico. Se giró y comenzó a correr hacia la casa a buscar a su madre. Zeus se levantó, volvió la cabeza y me miró molesto cuando ya casi llegaba a él. Y con la parsimonia de quien se sabe el gran cazador, comenzó a caminar hacia el llano, con paso ágil, pero sin correr. Fui tras él y a cada pocos pasos se volvía y me gruñía. Pero nunca huyó corriendo. Unos cientos de metros más allá desapareció en la maleza y regresé a toda velocidad a la casa.

Dentro de la casa Iván lloraba desconsolado en los brazos de su madre, que no entendía nada de lo que pasaba. Iván, que apenas sabía hablar, sólo acertaba a decir algo sobre “las orejas”, creo que refiriéndose a los pinceles largos que el lince tiene en las orejas. Pero él lloraba y lloraba, sin consuelo. Yo aún tendría que esperar dieciocho años más para poder entender completamente su llanto. Muchas veces vamos dejando pendiente conversaciones, y en ocasiones la vida te regala, mucho tiempo después, la posibilidad de retomarlas.

A partir de ese día tuvimos que poner límites a Zeus y vigilancia a Noé y a Iván. Ya por aquellas fechas Zeus había llegado a aparecer durmiendo la siesta a media tarde en nuestro jardín, aprovechando el fresco de este rincón. Zeus había amanecido junto al coche en la mañana. Zeus desde la ventana de la cocina. Zeus caminando ante nosotros. Zeus a cualquier hora. Y empezamos a delimitar los espacios de cada cual. Pronto comprendió que había sitios que no le pertenecían y, así, pudimos seguir conviviendo.

Pero Iván comenzó a tener miedos sobrevenidos a cualquier hora del día y pesadillas terribles que le hacían gritar en medio de la noche. Pudimos saber que soñaba que un lince (en su forma de hablar infantil era un “licen”) entraba a la casa por la ventana del baño. Nos hacía entender que los ojos del lince le daban terror. Pasamos muchas noches consolándolo antes de encontrar una hermosa e imaginativa solución a su trauma.

Aquella primavera había nacido Esperanza. El equipo de investigadores de “carnívoros” de la Estación Biológica de Doñana había ido a marcar una camada recién nacida de linces en el Coto del Rey, el área norte de Doñana. Allí habían encontrado varios cachorritos hermosos, en el hueco de un alcornoque y, debajo de todos aquellos peluches, un cachorrito muerto, probablemente asfixiado por sus hermanos. Sacaron al pequeño y uno de los investigadores (creo recordar que fue Javitxu) se entretuvo examinando el diminuto cadáver, mientras los demás terminaban la tarea con el resto de la camada. Y en tiempo en que miraba al cachorrito, le pareció que aún se movía levemente. Así que allí mismo comenzó a masajearlo y en unos minutos el pequeño peluchito comenzó poco a poco a revivir. Al rato, los investigadores ya estaban celebrando que se había salvado. Pero vieron que aún estaba débil y, como era más pequeño y frágil que sus hermanos, tuvieron claro que su destino en el alcornoque podría volver a repetirse. Así que decidieron llevarlo al Acebuche, donde desde hacía años estaban intentando sin éxito reproducir en cautividad a varios linces cautivos. Resultó ser una hembra y fue quien parió, tiempo después, la primera camada de cachorros de lince ibérico en cautividad. Ese parto constituyó, sin duda, uno de los momentos de mayor importancia en la conservación del lince ibérico, la especie de felino más amenazada del mundo. Y la pequeña lincesa revivida se llamó Esperanza.

Esperanza fue creciendo y pocos días después ya era una peluche hermoso y juguetón. En las jaulas contiguas había también otros dos linces de la especie americana, conocida como Bobcat, que se habían traído expresamente para aprender con ellos las técnicas de manejo que después se aplicarían en la especie ibérica, infinitamente más amenazada.

Hablando con los encargados del Centro sobre lo que le ocurría a Iván, se nos ocurrió la idea de llevarlo por las tardes a que conociera a los linces americanos para que su percepción sobre ellos cambiara y, con suerte, ir reduciendo sus miedos y sus pesadillas. Y así fue como Iván pasó muchas de sus tardes jugando con aquellos bobcats mansos y simpáticos y habituándose a ellos. Y finalmente, con el tiempo, también pasó muchas tardes con Esperanza, que poco a poco dejó de ser un cachorro para convertirse en una lincesa hermosa y grande, con un aspecto muy similar a Zeus. Y como todo esto ocurrió lentamente, Iván fue borrando aquella imagen y comenzó a dormir mejor, cada vez mejor. Hasta que en algún momento pudimos olvidarnos de aquellas pesadillas de ojos de lince. Así es que Iván fue uno de los pocos niños, quizás el único, que creció jugando con un cachorro de lince ibérico.

Mientras, Zeus, seguía reinando sobre el llano de Martinazo. En una ocasión cazó un gamo casi delante de nosotros en el llano frente a la casa. Digo casi porque estábamos de espaldas, en aquel momento. Muchas veces he imaginado cómo debe ser ese momento en que el lince salta sobre el gamo, muerde su cuello y cabalga aún unas decenas de metros hasta que éste cae asfixiado, rodando los dos juntos por la arena. En aquella ocasión habían venido unos amigos y dábamos un breve paseo, cuando sentimos una brusca espantada de la manada de gamos. Al girarnos solo vimos los gamos huir despavoridos cruzando el agua y salpicando hacia todas partes. La imagen era tan bella que todos mirábamos hacia allá embelesados mientras a nuestra espalda se producía el verdadero espectáculo, origen de la huida. Cuando al cabo de unos minutos llegamos al lugar de la espantada, allí estaba Zeus sobre una hembra de gamo recién muerta. Nos retiramos lentamente y lo dejamos con su presa para que pudiera alimentarse.

Al día siguiente, a la caída de la tarde, me oculté entre unos juncos, frente a la gama muerta, que aún tenía mucha carne que ofrecer a Zeus antes de que los jabalíes o los buitres la encontraran. Llevaba mi cámara y un teleobjetivo de 400 mm Novoflex que se empuñaba como una escopeta. Allí estuve un buen rato hasta que empezó a anochecer y comencé a perder la esperanza de poder disparar aquella foto. Y fue entonces, casi cuando me iba a marchar, cuando apareció Zeus. De pronto, se hizo visible caminando silenciosamente entre los juncos de la orilla del Caño. Llegó hasta su presa y comió un poco de ella. Cuando consideré que podía empezar a estar satisfecho y ya no le podía causar molestias, le disparé una primera fotografía. Apenas había luz, ya casi había oscurecido. Pero me arriesgué a disparar, pensando que nada saldría. Zeus reaccionó de inmediato al click de la cámara y comenzó a gruñirme, mirándome a los ojos. Hice varios disparos y, en cada uno de ellos sentí la amenaza de Zeus, que parecía que se iba a abalanzar sobre mi. Solo nos separaban unos metros. Ante tal nivel de tensión, finalmente desistí de disparar más y esperé a que fuera completamente oscuro para alejarme suavemente, arrastrándome. Caminé hacia la casa, que solo está a unos cientos de metros de allí, pensando que aquellas fotos serían todas fallidas, por la ausencia de luz, que me había obligado a dispara a pulso sobre unas velocidades muy largas. Eran diapositivas y aún tuve que esperar una semana que llegaran los resultados del revelado. Pero cuando abrí la cajita y empecé a mirarlas al trasluz, allí estaba el hermoso Zeus, sobre su presa, con la mandíbula manchada de sangre y la mirada de seguridad de quien no tiene nada que temer.

Pocas veces volvimos a vernos. Un buen día Zeus desapareció de Martinazo y luego supimos que había comenzado a viajar hacia el norte, hacia el Coto del Rey. Porque fue allí, cerca de la Galvija, donde un guarda lo encontró muerto, un tiempo después. Flaco y con mal aspecto. La necropsia evidenció que la muerte le había sobrevenido por la edad. Había cumplido su ciclo sobradamente. Pero también evidenció sucesos terribles de su vida que nunca habíamos conocido. Cargaba con múltiples perdigones clavados en su cuerpo desde hacía años. Por las diferencias de calibre se pudo deducir que había sido disparado por cazadores varias veces a lo largo de su larga vida. Sinceramente, no puedo comprender que una persona pueda apuntar su cañón hacia un lince, sabiendo que está verdaderamente amenazado de extinción, y disparar a matar. No lo puedo entender. Mientras escribo estas líneas ha llegado la noticia de la aparición de un nuevo lince muerto con el cuerpo cubierto completamente de perdigones. La prensa ha ilustrado la nota con la imagen radiográfica donde se ve claramente el disparo que lo mató. El cobarde que lo hizo no ha sido aún identificado.

Han pasado dieciocho años desde aquellos años con Zeus en Doñana y he llegado a Edimburgo con mi mujer, Laura. Estoy muy emocionado desde hace días porque se que me voy a reencontrar con Zeus. Su piel fue donada al National Museum of Scotland y hoy se exhibe junto a las maravillas de la aeronáutica, los fósiles del jurásico y los trajes folklóricos de los escoceses de las Highlands. En aquellos años, cuando los técnicos del Museo escocés vieron la fotografía que le hice a Zeus en el Caño de Martinazo, contactaron conmigo para que les enviara arena, plantas y elementos de atrezzo de aquel mismo lugar, para incluirlos en la composición de Zeus en la vitrina. Así fue que me pude enterar del destino de sus restos. Como si de la ceremonia fúnebre de un amigo se tratara, en una enorme caja de cartón metí todas aquellos tesoros de Doñana que me solicitaban y, además, una nota poética: un ramillete del aromático almoradú, endémico de Doñana. Y sobre la caja pegué la etiqueta de destino: National Museum of Scotland, Edimburgo.

Como habían pasado tantos años desde entonces, en los días previos a mi llegada a Edimburgo contacté de nuevo con Miguel Delibes para que me confirmara que efectivamente Zeus se envió  y continuaba allí. Miguel, entusiasmado con la historia enseguida empezó a tirar del hilo hasta que localizó a Zeus y me mandó un mensaje con su ubicación exacta: “Level 5, Natural World, Survival, Hi3”. Y con este jeroglífico me dirigí al Museo, con Laura e Icíar, que me acompañaban tan expectantes como lo estaba yo. Y allí, en su Level 5, estaba Zeus.

No hay nada más triste que un ser disecado, privado para siempre de su movimiento. Navegando entre el impacto y la decepción, me dejé resbalar lentamente en el suelo frente a la vitrina y allí estuve sentado, callado, mirándolo y recordando cada detalle de está hermosa historia que acabo de narrar. Es increíble el alud de recuerdos que puede precipitarse en un momento como éste.

No sé cuánto tiempo transcurrió, pero sentí deseos de llamar a mis hijos y compartir aquel momento con ellos. Estuve durante un rato intentando telefonear a ambos, sin éxito, hasta que, de pronto, tuve comunicación con Noé, mi hijo mayor. Fue un momento muy especial, lleno de sentimientos reencontrados. Hablamos de linces y gallinas, del Coto de Doñana y del paso del tiempo. Y a lo largo de la conversación fuimos conscientes de un detalle increíble. En el mismo Level 5 en el que se encontraba Zeus, en el balcón de enfrente, habían situado una vitrina con gallinas disecadas. Me llamó mucho la atención porque el gallo que reinaba en el centro de la vitrina era muy parecido, por no decir que exactamente igual, al gallo Pio-pio que Noé había criado con caricias y defendido permanentemente de las garras de Zeus. De hecho, ahora que lo pienso, fue de los pocos habitantes de aquel gallinero que Zeus nunca llegó a comerse. Por eso nos pareció tan curioso que hoy, tantos años después, Zeus repose disecado en una postura de caza en la que sus ojos de vidrio miran eternamente al gallo Pio-pio.

De inmediato invoqué una nueva videollamada con mi móvil y al momento tuve frente a mi, en la pantalla, a Iván, a un Iván con abundante barba y veinte años de edad. Él estaba esperando este momento desde hacía días y los dos estábamos emocionados. Giré la cámara y en la imagen que recibía Iván apareció la cara de Zeus. Hubo un largo, muy largo, silencio.

“¿Cómo te sientes, Iván”, le dije, al ver que su cara mostraba un gesto grave, más allá del asombro. “Papá, - me dijo- acabo de recordar lo que se siente en el preciso instante en que vas a ser devorado por un animal”. Ambos volvimos a quedar en silencio. Hacía dieciocho años que Iván necesitaba hablar esto conmigo y hacía dieciocho años que yo esperaba esta respuesta. Simplemente, en aquel tiempo Iván aún no tenía palabras en su haber para expresarlo. Corrieron lagrimas y volaron sentimientos hermosos. Completábamos así una conversación pendiente.

Al rato apareció una familia con niños. El más pequeño de ellos fue directamente a la vitrina y se asomó a mirar a Zeus. Extrañamente, permaneció allí por unos minutos: el humilde gato andaluz le atraía más que todas las maravillas que lo rodeaban en aquel enorme edificio. Desde aquella vitrina aún Zeus podía atraer la mirada e influir en el pensamiento de un niño.


La Habana, 3 de enero de 2019.


Héctor Garrido



Zeus sobre la hembra de gamo que él mismo cazó en el Caño de Martinazo (Fotografía de Héctor Garrido)

Zeus en el National Museum of Scotland (Fotografía de Héctor Garrido)



Zeus en el National Museum of Scotland (Fotografía de Héctor Garrido)

National Museum of Scotland, Level 5. La vitrina de las gallinas y el gallo (Fotografía de Héctor Garrido)

Héctor Garrido fotografiando al lince Zeus en el National Museum of Scotland (Fotografía de Laura de la Uz)


Zeus en el National Museum of Scotland (Fotografía de Héctor Garrido) 


Descripción de Zeus en la web del National Museum of Scotland. https://www.nms.ac.uk/explore-our-collections/collection-search-results/?item_id=440768

National Museum of Scotland (Fotografía de Héctor Garrido)

La Casa de Martinazo, en la Vera de la Reserva Biológica de Doñana, (Fotografía de Héctor Garrido)



La Casa de Martinazo, en la Vera de la Reserva Biológica de Doñana, (Fotografía de Héctor Garrido)

Gamos en el Llano de Martinazo (Fotografía de Héctor Garrido)

Noé (en torno a 12 años) e Iván (8 años) en Martinazo, Doñana, (Fotografía de Héctor Garrido)
Huella de lince en Martinazo (Fotografía de Héctor Garrido)

El lince ibérico ha sido históricamente considerado una alimaña. El Estado premiaba en España su eliminación. A causa de esa política de persecución, hoy en día es el felino más amenazado del Planeta. En la imagen se recogen fotografías antiguas de cacerías de lince ibérico. La mayoría son de Doñana, aunque también hay alguna de Portugal.





Marvel, un lince ibérico nacido en el año 2015, murió a finales de 2018 por disparos de escopeta. La radiografía muestra los perdigones incrustados en su cuerpo. El lince ibérico es hoy el felino más amenazado del Planeta. Increiblemente aún hay cazadores que disparan sobre ellos.  (Fotografía del programa de Reproducción Exsitu de Lince Ibérico)


Página del discurso del Libro de Montería, de Gonzalo Argote de Molina (siglo XVI)




Los gritos de celo de una hembra de lince ibérico (Grabación y sonograma de Carlos de Hita)